sábado, 28 de mayo de 2011

Frank Fournier: La fotografía de Omayra


“Al tomar su fotografía me sentí totalmente incapaz, sin poder alguno de ayudarla. Ella enfrentaba la muerte con coraje y dignidad, sentía que su vida se le iba”

Frank Fournier

Omayra Sánchez fue una niña víctima del volcán Nevado del Ruiz durante la erupción que arraso al pueblo de Armero, Colombia en 1985. Omayra estuvo 3 días atrapada en el fango, agua y restos de su propia casa. Tenía 13 años y durante el tiempo que se mantuvo atorada siempre estuvo encima de los cuerpos de sus familiares. Cuando los socorristas intentaron ayudarla, comprobaron que era imposible, ya que para sacarla necesitaban amputarle las piernas, sin embargo carecían de cirugía y podría fallecer. La otra opción era traer una moto-bomba que succionará el cada vez mayor fango en que estaba sumergida. La única moto-bomba disponible estaba lejos del sitio, por lo que solo podían dejarla morir. Omayra se mostró fuerte hasta el último momento de su vida, según los socorristas y periodistas que la rodearon. Durante los tres días, estuvo pensando solamente en volver al colegio y en sus exámenes. El fotógrafo Frank Fournier, hizo una foto de Omayra que dio la vuelta al mundo y originó una controversia acerca de la indiferencia del Gobierno Colombiano respecto a las víctimas. La fotografía se publicó meses después de que la chica falleciera. Muchos ven en esta imagen de 1985 el comienzo de lo que hoy llamamos Globalización, pues su agonía fue seguida en directo por las cámaras de televisión y retransmitida a todo el Mundo.

“Llegué a Bogotá desde Nueva York dos días después de la erupción. La zona a la que necesitaba llegar era remota. Fue necesario manejar durante cinco horas y luego caminar dos y media.

El país estaba en medio de una grave conmoción política, poco antes de la erupción se produjo la toma del Palacio de Justicia por parte de rebeldes del M-19, la cual terminó en un baño de sangre. El ejército de la zona había sido trasladado a la capital. Llegué al pueblo de Armero al amanecer del tercer día posterior a la erupción. Había mucha confusión, la gente estaba conmocionada y desesperada por ayuda. Muchos permanecían atrapados por los escombros. Me encontré con un campesino, quien me dijo de una niña que necesitaba ayuda. Cuando me condujo hacia ella estaba casi a solas, unas pocas personas la rodeaban en tanto algunos trabajadores de rescate ayudaban a otra persona un poco más lejos.
Estaba dentro de un gran charco, atrapada de la cintura hacia abajo por concreto y otros escombros de casas que fueron derruidas. Ya llevaba unos tres días en esa situación, estaba dolorida y muy confundida.

Cientos de personas estaban atrapadas a su alrededor, escuchaba sus gritos y luego un silencio conmovedor. Había algunos helicópteros, prestados por empresas petroleras que trabajaban en las cercanías. Pero nadie podía hacer nada por la niña. La gente y los expertos en rescate se acercaban, trataban de confortarla. Sentí que lo único que podía hacer era informar sobre el coraje y el sufrimiento de la niña, y esperar a que la gente se movilizara.

Cuando llegué a ella Omayra ya perdía la conciencia de a ratos. Me pidió que la llevara a la escuela, no quería llegar tarde a clase. Pasé mi película a unos fotógrafos que regresaban al aeropuerto y logré enviarlas a París donde estaba mi agente. En el momento no me percaté de lo poderosa que era la imagen, en cómo los ojos de la niña conectan con la cámara.

La imagen fue publicada en París Match y causó impacto. La gente me preguntaba “¿Por qué no la ayudaste?”, “¿Por qué no la sacaron de allí?”. Pero era imposible.

Hubo escándalo y debates en televisión sobre el papel del fotoperiodista. Al menos hubo una reacción, hubiera sido peor si a nadie le hubiera importado. Tengo muy claro lo que hago, cómo y por qué lo hago. La foto ayudó a recaudar dinero para ayuda y sirvió para destacar la irresponsabilidad y falta de coraje de los líderes del país. No había planes de evacuación pese a que los científicos habían advertido sobre el peligro de una erupción. Hay cientos de miles de Omayras en el mundo, historias de gente pobre y débil. Los fotógrafos debemos crear un puente entre ellos y los otros.

La cuestión es si el poder de la prensa es más importante en la actualidad que antes, debido a la presión que impone hoy por hoy el mercado sobre su trabajo.”


fuente: http://fotograficante.wordpress.com/

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